miércoles, 6 de agosto de 2014

Reflexiones chorras: Máscaras y violencia




Ya hace años que ponerse una máscara de Guy Fawkes para luchar contra las injusticias sociales está de moda, y se ha escrito mucho sobre el tema. Parece complicado decir algo que no se haya repetido hasta la saciedad.

Lo intentaré, por qué no. Porque esta vez quiero centrarme en una escena en concreto. Es tan famosa que a estas alturas dudo que alguien me vaya a querer linchar por hacer spoiler, pero bueno, si alguien no quiere saber cómo acaba la película de V de Vendetta debería dejar de leer este artículo ya mismo.

Estamos enfrente del Parlamento. Miles de personas se ponen una máscara de Guy Fawkes y comienzan a andar hacia los soldados. Éstos, armados y con órdenes de disparar a matar, empiezan a revolverse, confusos y agitados. Uno de ellos dice algo así como “Están desarmados. ¿Qué hacemos?”. Y finalmente, no tienen valor de hacer nada. Se quedan quietos mientras los manifestantes pasan entre ellos, rozándoles y de manera pacífica.

Guaaaau. Es una escena con mucho impacto, desde luego. Vamos a analizarlo. Un ejército que ha tomado el control de Inglaterra mediante la violencia. Que ha mantenido durante años campos de reasentamiento en los que se torturaba hasta la muerte a los prisioneros. De pronto están frente a miles de manifestantes con intenciones muy poco claras que avanzan hacia ellos, y tienen orden de dispararles si intentan acercarse.

Claro, el mayor problema del impacto de la escena es que es ridículamente inverosímil y no se sostiene. De todos los fallos en la caracterización de personajes que pueda haber, el hecho de que todos los soldados no pierdan los nervios en esa situación y comiencen a disparar contra los manifestantes es de los más graves que he visto. Ya no digamos si ni uno solo de los soldados lo hace. Los manifestantes tampoco, claro, pasan al lado en plan “eh, tú eres el soldado aquel que atrapó a mi hermana y se la llevó a un campo de concentración para que la violaran hasta su muerte, te ignoraré.”

En el cómic no es así, claro. En el cómic se ve cómo tiran piedras y botellas furiosamente, alcanzando en ocasiones a los propios manifestantes. Se ve en algunas viñetas cómo fuerzan la tapa de los depósitos de gasolina de coches al azar, para introducir mangueras y empezar a preparar cócteles molotov. También se puede apreciar cómo lo que queda del Gobierno también pierde la calma, empezando a matarse unos a otros en un intento por alzar a un nuevo dictador que pueda recuperar el control. Se ve cómo mucha gente, temerosa, huye de la ciudad, porque sabe que no va a ser nada agradable quedarse ahí durante una revolución.

Y es que el sr. Alan Moore, además de saber mucho sobre magia, literatura o física, sabe lo bastante de Historia como para saber que ninguna revolución se ha conseguido así. Como se repite mucho por internet, el Palacio de Invierno no se conquistó con una batucada, ni los derechos laborales se han ganado haciendo una barbacoa. La revolución contra un régimen que intenta aferrarse al poder por fuerza ha de ser violenta.

Por cierto, en el cómic los manifestantes no llevan máscara. La máscara tiene la doble función de ser un símbolo representativo y de preservar el anonimato. Pero, una vez la hora de la revolución ha llegado, los manifestantes luchan a cara descubierta. Sin miedo.

1 comentario:

  1. Inverosímil sí, pero malo para nada. Me impresionó tanto el final del cómic como el final de la película pero si tengo que quedarme con uno, elijo el de la película.
    No por real sino por poético.
    Porque es bonito pensar que no es necesario un montón de gente armada para cambiar las cosas, sino que es suficiente cuando un pueblo entero dice basta.
    Y no hay mayor acto de valentía que ir con paso firme y sin titubear hacia un montón de soldados armados, con la cara descubierta o no. Y no hay mayor acto de revolución que perdonar a aquél que ha hecho daño para mejorar las cosas. Si un soldado se ha llevado a tu hermana a un campo de concentración y tú respondes con violencia, eres igual de monstruo que él.

    Poético, utópico, inverosímil. Pero precioso.

    ResponderEliminar

Blog Widget by LinkWithin